En cualquier caso,
es hora de ir a hablar con Dios
y contarle lo que me pasa,
aunque Él ya lo sabe.
Sin embargo, es maravilloso
tener la confianza,
para hablarle abiertamente
de mis sentimientos y situaciones;
para pedir su guía y ayuda,
con la certeza absoluta,
de que me va a ayudar.