Escucho a la gente angustiada,
sufriendo por sus hijos, por su pareja,
por las cosas que no pueden controlar.
Entonces pienso qué he hecho yo,
en situaciones similares,
y llego a la conclusión
de que me he vuelto práctica;
pues las pongo en manos de Dios.
No hay mejores manos,
donde podrían estar.