Permitimos que las experiencias
normales de la vida nos debiliten,
y que sus huellas se vuelvan traumas,
que nos hacen creer
que somos frágiles y vulnerables;
cuando su verdadero propósito
es fortalecer nuestro ser interior,
ayudándonos a crecer y a madurar.
Mientras no comprendamos
que las situaciones que vivimos,
no son buenas ni malas,
sino que son la oportunidad que tenemos,
para comprender y aprender de la vida;
seguiremos en el círculo del sufrimiento,
donde justificamos nuestra debilidad,
en los traumas adquiridos.
Enfrentar, superar y capitalizar
esos innecesarios traumas,
en aprendizaje, crecimiento y evolución,
es la única forma de vencer esta ilusión,
que nos lleva a creer que somos de cristal,
cuando somos diamantes en bruto.
No podemos dejarnos atrapar
por la ilusión que encierra
la palabra trauma,
si podemos transcender su significado,
y enfocarnos en aprender de lo sucedido.
De esta forma, lograremos fortalecernos,
en lugar de seguir debilitándonos.