Madurar significa
darle plenitud a tu niño interior,
a través de las experiencias vividas;
donde la inocencia se convierte en pureza,
la ingenuidad en sabiduría,
y la apertura de corazón y mente,
en la más grande oportunidad,
para hacer posible lo imposible,
dentro de los parámetros inmodificables,
de tu verdad interior,
custodiada por tu espíritu.