Es necesario llegar al fondo de las cosas para resolverlas

Recuerdo aquella vez...
Como consecuencia de un accidente
automovilístico que tuve,
no solo se fracturó mi pelvis,
sino que se reventó mi vejiga,
siendo necesarias dos operaciones
para recuperarme.
A la mañana siguiente
de mi segunda cirugía,
vi entrar al médico con una bandejita
con elementos de curación en sus manos.
Tomó una inyectadora,
le colocó la tapita que cubre la aguja,
cortó su punta y empezó a llenarla
con un líquido que parecía agua;
luego se acercó a mi herida,
sacó el dren que había en ella,
y empezó a llenarla con ese líquido;
era agua oxigenada.
Mientras él llenaba la herida,
yo no podía ni respirar del dolor,
las lágrimas corrían
a borbotones por mis mejillas,
y por mi mente pasaban
todas las groserías que me sabía,
y que hubiera querido
decirle al doctor en ese instante.
Cuando finalmente pude hablar,
le dije furiosa:
- Nunca más me dejo hacer esto.
A lo que él respondió:
- Nadie lo haría, pero era necesario.
Así sucede con las heridas del alma,
a veces hay que abrirlas
y limpiarlas profundamente,
para que sanen totalmente.

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