Vemos en nosotros el paso del tiempo,
y sin embargo nos sentimos
igual que siempre:
con ilusiones, sueños, proyectos,
ganas de vivir, reír, amar,
soñar, conocer, comprender...
y continuar esta gran aventura.
Observamos el cuerpo,
cansado y afligido por todo lo vivido;
sentimos en el dolor físico,
la huella que el dolor emocional ha dejado;
ya que a veces, hasta el alma duele.
Vemos con nostalgia,
cómo el cuerpo, las manos y el rostro,
van perdiendo poco a poco,
sus rasgos de juventud,
para reflejar,
lo que el adulto ha vivido.
Es entonces cuando tu niñ@ interior,
viene a llenarte de esperanza,
dejándote ver tu alma;
cada día más fuerte,
más sólida, más hermosa,
más llena de amor y de sabiduría;
ayudándote a aceptar,
los ciclos de la vida con amor.