Alguna vez, mientras trabajaba,
quise comerme un trocito de chocolate...
generalmente lo hago de a poquitos,
con el fin de saborearlo
y disfrutarlo plenamente.
Recuerdo haberlo tenido
sobre la mesa de trabajo,
haberlo tomado en mis manos,
haberle dado un pequeño mordisquito,
y haberlo dejado nuevamente
sobre la mesa.
Lo interesante es que horas más tarde
lo fui a buscar y no lo encontré;
lo busqué y busqué y finalmente,
llegué a la conclusión,
de que me lo debí haber comido.
Lo triste es que no me di cuenta,
de a qué hora lo hice;
y por lo tanto no lo disfruté.
¡¡¡Que no te pase lo mismo
con la vida!!!