Visualiza un recinto de cristal
en donde hay tres sillas,
en una está sentado Dios,
en otra está la persona
que crees que te causó daño,
y en otra estás tú;
una vez juntos, toma la mano de Dios
y la mano de tu supuesto agresor.
Observa tu corazón,
y comprende que no está libre de culpa
como para juzgar a tu hermano.
Obsérvale con el amor
que Dios siente por ti;
comprende que él es como tú,
que está en proceso de aprender;
que cae continuamente y se lastima;
que te ama y no quiere hacerte daño,
como tú, no quieres hacerle daño a él.
Comprende la causa de tus heridas,
y perdónate, abrázale y perdónale,
por no ser como tú quisieras que fuera;
abrázale y restaura tu unión con él,
con la fuerza del amor,
que Dios les da.