Y empieza a sentirte en plenitud,
radiante, agradecido y alegre,
al ser consciente,
de que ya eres feliz.
Ser feliz,
no tiene nada que ver,
con que las cosas resulten
como tú quieres.
Ser feliz tiene que ver,
con la certeza absoluta,
de reconocer la presencia de Dios
en ti y en todo lo que te rodea.
Darte cuenta de eso, es felicidad.