Nos han enseñado a creer,
que lo que sentimos,
proviene del corazón.
Sin embargo,
es importante comprender,
que el dolor, la tristeza
o la rabia que sentimos,
no provienen del corazón,
sino de la mente.
La intensidad del sentimiento
o de la misma emoción que sentimos,
nos engaña,
llevándonos a creer que su origen,
es más visceral que racional.
Comprender que primero pensamos
y luego actuamos,
confirma que lo que sentimos,
proviene de una idea,
un concepto, una creencia,
o algún tipo de programación previa;
por lo tanto, puede ser transformado
a través de la razón y el sentido común.
