Cuando se rompe el alma

Cuando se rompe el alma

- Tenía 23 años, 7 meses de embarazo y vivíamos fuera del país - me dijo. - Aquella mañana habíamos tenido una pelea, y en la tarde íbamos a visitar a unos amigos; al acercase la hora, le pregunté a mi marido, si íbamos a ir… no me respondió, así es que volví a preguntar, y en vista de su silencio, tomé las llaves del auto y me dispuse a encenderlo. Fue cuando él se acercó y me dijo que abriera el capo del carro, creí que iba a revisar algo del carro, por mi seguridad; pero para mi sorpresa… desconectó los cables de la batería.

- Hasta ese momento, creí que nos teníamos el uno al otro, y que todo lo que teníamos era de los dos… pero aquella absurda acción, lo destruyó todo. Sentí que mi mundo interior se derrumbaba, mientras asumía esa triste realidad, que me decía a gritos, que lo de él era de él y lo mío era mío…

- Bajé del carro y empecé a caminar con mi gran barriga, rumbo a casa de mis amigos. Él debió recapacitar o algo, porque encendió el carro y me siguió, pidiéndome que me subiera… pero el daño ya estaba hecho… mi dignidad había sido pisoteada y mi amor propio herido; y aunque al final de la velada regrese en el carro con él y aparentemente todo volvió a la normalidad, la verdad es, que nunca volvió a ser igual.

- A partir de aquel día, lo suyo fue suyo y lo mío, fue mío; él nunca se disculpo, jamás tocamos el tema y las cosas entre los dos quedaron sumidas en un gran vacío, que poco a poco lo contamino todo… concluyó con lágrimas en sus ojos.

Escuchar su historia, me permitió confirmar, lo fácil que es quitar la rama de un árbol, o una flor de su tallo; lo fácil que es romper los lazos y vínculos de nos unen, y que provienen del alma; y lo difícil que es, volver a unirlos, pretendiendo, que vuelvan a ser lo que fueron.

Romper algo, es fácil;
volverlo a unir para que vuelva a su estado original…
prácticamente imposible.

Si, es fácil dejarnos dominar por la ira, enceguecernos por la soberbia, y romper con una palabra, con un gesto o una mala acción, las fibras más sensibles del alma, de aquellos a quienes decimos amar… la cuestión es que al desbocarnos, sin saberlo, no sólo destruimos lo que amamos, también destruimos el futuro y nuestra propia felicidad.

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