Porque hoy me siento mejor que otros días,
y por ello, puedo apreciar la vida
en todo su esplendor;
por lo que pensé que era bueno,
y lo que no lo era tanto;
por mi ignorancia y mi sabiduría;
por el placer de ser este lápiz,
sostenido por tu mano, Señor.
Por las lágrimas y las sonrisas;
los aciertos y los errores,
por la vida y la muerte,
que en cada instante se hacen presentes;
por eso y por mucho más...
¡gracias, gracias, gracias!
¿Amigos o enemigos?
¿Riquezas...?
¿Qué tipo de riquezas,
las que llenan el bolsillo
o las que llenan el alma?
¿Qué te vas a llevar?
¿Con qué viniste?
Tu cuerpo quizás vino sin nada,
pero tu alma no.
¿Has cuidado de ella?
¿La enriqueciste con tu paso por la vida?
¿Fuiste feliz?
¿En qué consistió tu felicidad,
en los placeres del mundo
o en tu caminar con Dios por esta vida?
Aunque hay días
más productivos que otros,
a veces nos enfocamos,
en los días que sentimos perdidos;
la buena noticia es,
que ningún día es perdido,
porque en su aparente vacío, hay sabiduría;
pues de lo vivido... algo se ha aprendido.
¡Así es que vive,
simplemente vive!
Haz lo que puedas,
que en lo que no puedas,
se encuentra oculta una enseñanza,
que mañana podrás descubrir.
Recuerda que para fluir,
se hace necesario soltar el control,
confiar y abandonar la lucha,
el deseo y el poder.
Que es fundamental tener paciencia
y comprender que hay un tiempo
y un lugar para cada cosa;
y que es inútil desgastarte en el intento,
de que todo sea como tú quieres.
Para fluir, solo debes confiar,
y abandonarte en Dios
y en cada momento presente,
impidiéndole a tu mente alimentar tu ego,
con falsos obstáculos y dificultades.