Tener esa convicción,
esa certeza absoluta,
acerca de que todo sucede
por una razón y con un propósito,
es lo que me ha mantenido
a flote en la vida;
permitiéndome abandonarme de lleno,
en la fe y en la confianza en Dios.
¡De haber sido diferente,
no creo haberlo podido sobrellevar!