Al observarme en un espejo,
y mirar mis ojos reflejados en él,
descubro la luz que hay en mi mirada,
y en ella, la magia del amor de Dios,
presente en mí todos los días,
para recordarme quién soy,
y rescatar los sueños y anhelos que tenía,
cuando al ser pequeño, todo era posible.
La belleza que hay en mí,
es esa luz que nunca se apaga:
¡Dios en mi alma!