Observar la velocidad de mi mente,
en relación a la velocidad de mi lengua,
me da la oportunidad de evaluar,
las consecuencias de mis palabras,
antes de pronunciarlas;
con el fin de elegir las más adecuadas.
A veces me sorprendo,
con las palabras que finalmente digo;
pues no tienen nada que ver,
con las que inicialmente
pasaron por mi mente.