Pidiéndole a Dios:
“Señor: que no abra mi boca,
hasta no saber lo que tengo que decir”.
Es importante lo que se dice,
pero más importante aún, cómo se dice.
Elegir las palabras adecuadas, el tono y la forma,
me ayudarán a comunicarme mejor,
ya que a veces digo una cosa,
y la gente me entiende otra.
Haré mi 100% y el resto, se lo dejaré a Dios.