Ante los golpes de la vida,
y en especial,
ante las traiciones que sufrimos;
muchas veces,
creemos perder la confianza.
Recuerdo aquella primera vez...
por mi mente cruzó la idea de
no poder volver a confiar;
pero entonces, por un segundo,
me proyecté hacia el futuro...
y observé cómo sería mi vida.
Me vi en medio de la zozobra,
la incertidumbre
y de una gran desconfianza...
que se robaba mi paz.
Fue cuando comprendí,
que no podía vivir sin confianza.
Una cosa es creer en la confianza,
como fundamento de la vida,
y otra muy distinta,
comprender que no a todo el mundo,
se le puede dar la misma confianza.
Sin dejar de creer en la confianza,
podemos confiar en cada persona,
de una manera diferente.