Desde tiempos milenarios,
el vestido blanco fue el símbolo
de la pureza y virginidad de la novia;
ligado de alguna manera
a los cuentos de hadas,
que inconscientemente,
marcaban un inicio y un final feliz.
Con el paso del tiempo,
el mundo fue cambiando;
la mujer se fue liberando,
y los matrimonios terminando;
y con tantas personas separadas
y sin vínculos religiosos,
todo se fue permitiendo.
La cuestión es que aunque hoy en día,
el encanto se haya perdido,
la mujer sigue anhelando,
la magia de su vestido blanco.