¡Padre, ayúdame!
He caído en las arenas movedizas
de las expectativas, que al no cumplirse,
parecen devorarme sin compasión,
robándose mi alegría y mi esperanza;
ayúdame a recuperar la fe en mí,
en mis esfuerzos y en el valor que tienen.
En tus manos me pongo Señor,
¿en qué mejores manos podría estar?