¿Cómo digo las cosas?

Puedo insultar
y herir profundamente a alguien,
entre chanza y chanza,
y aparentemente
dentro de la mayor cordialidad.
Si hablo golpeadito... ¡no resulta!
Si sueno irónico... ¡tampoco!
Si parece que me burlara... ¡mucho menos!
Prestar atención,
a la forma en que digo las cosas,
puede hacer una gran diferencia.

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