Hoy quiero compartir una enseñanza
que recibí de mi hija mayor,
quien me mostró cómo ese amén,
que siempre usamos
para decir… ¡que así sea!,
se convierte en el mensaje de amor
más grande de todos los tiempos,
al quitar la tilde:
“Amen”.
La fórmula más sencilla
para ser felices.